«Los kurdos no tienen más amigos que las montañas», es el proverbio más escuchado en Kurdistán, un territorio histórico dividido entre los estados de Turquía, Irán, Siria e Irak. En el verano de 2014, la periodista kurda Zekine Turkeri emprendió un viaje por aquellos lugares que componen el pueblo al que pertenece, y que, sin embargo, son extremadamente difíciles de visitar para las personas kurdas de un lado u otro de las diferentes fronteras en las que se configura el mapa de Oriente Medio.
De aquel viaje, que coincide con una de las ofensivas más importantes del denominado Estado Islámico, surge su libro Un verano Kurdo (Descontrol, 2016), donde se recogen las múltiples realidades que componen la existencia del pueblo kurdo. Historias de refugiados en su propia tierra, de ancianos y jóvenes enrolados en las Unidades de Protección Popular (YPG) que no sólo resisten contra el ISIS sino que están construyendo otra forma de estar en el mundo. Historias de refugiados yezidies que escapan de una nueva masacre a su pueblo con la única ayuda del PKK, historias también de mujeres que luchan por su libertad en medio de un hostil totalitarismo hacia su dignidad.
El relato de Zakine Turkeri nos muestra historias duras, y en no pocas ocasiones tristes, pero también las pequeñas historias del Kurdistán que hacen que, a pesar de las circunstancias, esta parte del mundo siga girando con dignidad.
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